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Viaje al Corazón de los Waorani: Explorando la Cultura, la Historia y las Tradiciones

COMUNIDAD WAORANI

Datos generales / Delimitación geográfica

Woarani en wao-terero significa “la gente”. A pesar de que el origen del pueblo Waorani aún está en discusión por parte de los expertos, se sabe por registros históricos y actuales, que este pueblo ocupó hasta los años 1960 -cuando iniciaron los primeros contactos- una extensa zona ubicada entre los ríos Napo al norte y Curaray al Sur, y entre las zonas hoy cercanas al límite con Perú. Su territorio ancestral está en un área de la Amazonia de aproximadamente 30 mil km².

Los diversos registros de historiadores y misioneros como Alejandro Labaka, Miguel Ángel Cabodevilla, Santos Ortiz de Villalba, y algunos etnógrafos y antropólogos locales los describen como una cultura semi-nómada – semi-agrícola que habitaba principalmente sobre las colinas de los bosques de tierra firme (no inundables) del Yasuní, donde cazaban únicamente animales de altura (monos y aves) y que complementaban su dieta con semillas y frutos del bosque. Los cambios de lugar de asentamiento se daban de manera estacional o coyuntural (por ejemplo, al aparecer una epidemia) dentro de un territorio claramente definido y defendido.

Esta cultura no tenía una estrecha relación con los ríos y lagunas, por lo que no desarrolló la habilidad de fabricar canoas, aunque las mujeres fabricaban hábilmente algunas herramientas de pesca para abastecer períodos especiales de dieta (embarazos y algunas enfermedades). Además, las semillas de chonta recogidas en el bosque y dispersas en áreas seleccionadas del territorio, sumadas a pequeñas chakras de yuca sembradas cerca de sus viviendas familiares, daban señales de un elemental acercamiento a la agricultura.

Los primeros registros históricos documentados antes del contacto del Instituto Lingüístico de Verano a finales de los 1960´s hacen eco de eventos sucedidos entre los años 1890-1920, cuando los caucheros barrían el territorio amazónico e ingresaron al Yasuní acompañados de nativos Záparos, quienes evidenciaron la presencia de “tribus salvajes” con las que mantuvieron enfrentamientos.

Durante los años posteriores, aumentaron las interacciones en su mayor parte violentas entre los Woarani y los colonos, indígenas y visitantes foráneos de la zona, pues los Waorani defendían su territorio, y a la vez ocupaban zonas abandonadas por otros grupos indígenas que iban siendo sometidos o aniquilados.

Bajo un acuerdo estatal para “pacificar” a los “salvajes”, en 1968 el Instituto Lingüístico de Verano (ILV) ocupaba cerca de 1.600 km² en el sector occidental del territorio para la creación de un Protectorado que reuniría a todos los grupos Waorani para facilitar su “inserción” a la sociedad, así como su evangelización. Se generó un proceso de reducción (en términos geográficos pero también humanos, pues las enfermedades eliminaron a una buen parte de la población) que terminó en la integración de cerca de 525 Waoranis. Esta reducción empezó a desintegrarse en 1972, cuando Wiñame y Dabo junto a los suyos rompen la reducción y se instalan por su cuenta en Dayuno (Cabodevilla, 2010).

En la década de 1980, se adjudicó a la nacionalidad Waorani 66.570 has en Tihueno. Siete años más tarde se complementó esta adjudicación inicial con 612.650 has adicionales, distribuidas en aquel entonces, entre las provincias de Napo y Pastaza. Las 679.220 has actualmente adjudicadas al pueblo Waorani son conocidas como la Reserva Étnica Waorani.

El contacto con el mundo occidental y la evangelización redujeron drásticamente los eventos violentos entre los Waorani contactados y otros indígenas, colonos, y demás visitantes de la zona; sin embargo, los conflictos inter-clánicos se mantienen hasta el día de hoy entre algunas familias Waorani, los miembros del clan Tagaeri, y los grupos Taromenane no contactados.

La forma de vida de los Waorani se sigue basando principalmente en la caza y la recolección, aunque algunos incursionan en actividades agrícolas, pecuarias y la pesca. Fuera de sus comunidades, la mayor fuente de empleo (principalmente para los hombres) son las compañías petroleras, donde trabajan como macheteros, cuidadores y controladores de cuadrillas. En los últimos años, algunas comunidades están involucradas en actividades turísticas y en pequeños emprendimientos muy exitosos como la venta de artesanías.

Historia contada por Manuela Omari Ima Omene

La historia de la nacionalidad Waorani está marcada por un pasado y un presente, porque para nosotros y nosotras existen claramente definidos estos dos momentos, pues ocurre un antes y un después en nuestra cultura que está influenciada por el contacto definitivo con la sociedad nacional. 

Al referirnos al tiempo pasado decimos “doranabai”, lo que significa en español “el tiempo en que nuestros abuelos y abuelas vivían” o si se quiere “hace mucho tiempo atrás”. Existen algunos mitos que se refieren a nuestro origen, casi todos ellos coinciden en que venimos del maíz, otros mencionan que salimos de una boa que al ser capturada por una águila arpía, de la cabeza nacimos las mujeres, y de la cola, los hombres. 

Otra historia, dice que antes los Waorani no caminábamos sobre el suelo, sino pasábamos en las copas de bosquecillos de “awecode”. Una tercera leyenda cuenta que nuestra gente al inicio era muy unida y que vivíamos todos en una sola casa, pero que “Wegongui” miró que estaba muy llena y nos dividió. Sin embargo, antes de esto “Nenkihuenga” nos enseñó cómo hacer armas de “tewe” (chonta), enviándonos cuchillos y piedras del cielo para que aprendamos a cazar y recoger frutos. 

En cualquier caso, las investigaciones que existen sobre nuestra cultura sostienen que venimos probablemente de migraciones internas del Brasil, esto no sería extraño en la medida en que nuestro territorio estuvo al margen de las decisiones que tomaron sobre los límites nacionales las autoridades en ese momento del pasado. Se nos conoce como Waorani desde hace poco tiempo atrás, de hecho desde el contacto definitivo con la sociedad nacional, probablemente cuando nos logramos comunicar con los misioneros del Instituto Lingüístico de Verano (ILV) fue el momento en que nos pudimos dar a conocer con este nombre que significa “la gente”, siendo el que nos autodefine e identifica ahora. 

El tema del territorio es bien importante para nuestra sobrevivencia y vida, es así que en el tiempo de nuestros “pikenanis” (abuelas y abuelos) cuando contábamos con casi 2’000.000 de hectáreas y se presume estaban ocupadas por 500 personas al momento del contacto. En aquel entonces, nuestro territorio se extendía al norte desde el río Napo o “Doroboro” hasta el río Curaray al Sur, es decir, de oriente a occidente. Los Waorani vivíamos entre las estribaciones de la cordillera oriental y las tierras bajas de la selva amazónica. Nuestros sitios tradicionales de cacería estaban en la zona del Arajuno, moviéndonos a partir del Napo y Nushiño e inclusive avanzamos al río Curaray, también cazábamos en las áreas del bajo río donde están el Nushiño y Curaray, siguiendo el Rumiyacu, Indillama, Tiputini, Tihuacuno, Cononaco y Yasuní, terminando al norte con el río Napo. 

Nuestro idioma es el Wao y tiene dos dialectos que son “wao tededo” y “wao tiriro”, así algunos estudios lingüísticos afirman que es una lengua aislada. Tenemos varios dialectos dentro de los grupos Waorani, por esto varias personas reconocen que “yawape” (río abajo), esto es hacia el Cononaco, las personas hablan “wao tiriro” y “ñenencape” (río arriba) se comunican en “wao tededo”. Inclusive tenemos distintas formas de hablar entre las diferentes generaciones, por esto los “pikenanis” se diferencian de los jóvenes, posiblemente la razón es que hablamos en la actualidad el español con más frecuencia. En el presente somos aproximadamente 3.500 Waorani, nuestro territorio alberga 40 comunidades y tiene algunas superposiciones porque hay que considerar la Reserva de la Biosfera Yasuní; el Parque Nacional Yasuní; la Zona Intangible Tagaeri – Taromenane, y la Reserva Étnica Waorani, cubriendo esta última una extensión de 678.220 km2 .

Población

La comunidad waorani está conformada por 3500 personas distribuidas en las siguientes provincias:

  • En Pastaza: Toñampare (la más poblada), Tzapino, Tihueno, Quiwado-Quihuaro, Quenahueno, DAIMUTARO, Wamono, Tigüino, Shiripuno y Huahano.
  • En Napo: Gareno, Kakataro, Entaro, Keweiri-Ono y Tepapare.
  • En Orellana: Uiyero, Dicaro, Yarentaro, Ñoneno, Miwagono, Tobeta, Dicapare, Nenquipare, Yawepare y Apaika.
  • Dentro del Parque Nacional Yasuní se encuentran las comunidades de: Guiyero, Ahuemuro, Kawimeno (Garzococha), Bameno, Boanamo, Omakaweno, Peneno y Tobataro, las comunidades dentro de la Reserva Étnica Waorani cercanas al Yasuní son: Dicaro, Ñoneno, Dicapare, Bataboro, Caruhue, Tagaeri, Quehueire-Ono, Nenquipari, Cacataro, más algunos Waorani dispersos.

Modo de subsistencia

Su diario vivir estaba muy ligado a la selva, así nos caracterizábamos por practicar lo que es cacería de subsistencia. La caza para nosotros era y todavía es traer carne para la familia, esto lo hacíamos exclusivamente usando la cerbatana, la cual sirve para disparar un dardo que antes de ser utilizado es empapado en su punta con un algodón que tiene “curare”, estos son transportados en un canutillo de “bambú” y su veneno en un recipiente redondo. 

Algunos de los animales que cazábamos para comer podían ser aves y roedores que viven en la selva. En el caso de los depredadores, “jaguares” (Pantera onca) y “guanganas” (Tayassu pecari) usábamos las lanzas y el significado de la incursión era muy distinto al de la cacería, porque nuestra relación con ellos es ambigua, ya que para nosotros son muy peligrosos y los sentimos como si fuesen “kowori”, pero al mismo tiempo los consideramos como ancestros. 

La mayoría de ocasiones los hombres solían cazar solos, pues la compañía podía distraerlos, entonces rara vez eran acompañados por las esposas que llevavan “tepe” para beber y les ayudaban tanto a perseguir como a ubicar las presas. Cazaban en conjunto solamente cuando había una fiesta o salían para atrapar animales que viajan en grupo. Las presas favoritas por su sabor especial están representadas por: “öre“ (guangana); “gata” (mono chorongo, Lagothrix poeppigii); “bade” (paujil, Mitu salvini); “amo” (sajino, Pecari tajacu), y “kuwañe” (venado, Mazama americana). 32 Mariana Ima Omene pescando con red, Comunidad Taragado 

La forma de aprendizaje de nuestros hijos consiste en la observación y la imitación, iniciando a caminar con los padres o abuelos para cazar desde temprana edad y aprendiendo cómo es la selva y cuáles son las habilidades que se requieren para la cacería. Entre los Waorani los niños jamás preguntan nada, solo miran y tratan de replicar a los adultos, por esto en caso de que no logren cazar en el primer intento no se preocupan, pues lo vuelven a ensayar las veces que sean necesarias hasta lograrlo y es cuando reciben cumplidos o halagos. 

Durante el crecimiento nosotros somos libres de experimentar, sin ser amonestados ni tampoco premiados, por esto nuestra personalidad se forma dentro de parámetros autónomos y cuando alcanzamos la juventud al lograr obtener presas de cacería, pescar o recolectar frutos, los preparamos y compartimos con la familia. 

En cuanto a la pesca, antes los Waorani no teníamos una dieta basada en peces de ríos caudalosos, por esto aprendimos a comer pescados grandes hace poco tiempo. Usamos como métodos para pescar el anzuelo y la línea, el “copago” (barbasco), los arpones y las redes, siempre y cuando poseamos estos instrumentos. Ahora salir a pescar es mucho más común porque es más fácil que cazar y esta carne es buena, pero nos disgusta que los pescados tienen muchas espinas y nos cuesta comer con tanto cuidado. 

Nosotros somos hábiles recolectores con un profundo conocimiento local sobre las diversas especies y las complejas interrelaciones de la flora de nuestro territorio, por esto siempre mantenemos en nuestra “onko” (casa) productos del bosque que son frescos. Al igual que los “pikenanis”, seguimos practicando la recolección de frutos en la selva conjuntamente con plantas medicinales, así sabemos de acuerdo al calendario Waorani cuáles son las épocas en que podemos cosechar lo que necesitamos para comer o curarnos.

Cosmovisión

La cosmovisión huaorani no hay distinción entre el físico y los mundos espirituales y los espíritus están presente a través del mundo. Creen que alguna vez el mundo entero era un bosque ömë. La selva es la base esencial de su supervivencia física y cultural. Para ellos, el bosque es su hogar, mientras que el mundo exterior es inseguro: El vivir en el bosque ofrece la protección contra la brujería y los ataques de la gente vecina. Ellos sintetizan esto diciendo: “los ríos y los árboles son nuestra vida”. El bosque teje la tela de la vida y de los conceptos de cada Huaorani sobre el mundo.

El Waorani cree que los animales de su bosque tienen espíritu. Esto es la base de una mezcla peculiar de las prácticas que reconocen y respetan animales, pero no los blinda del daño para el uso humano. La caza provee una parte importante de la dieta de Huaorani y es de significación cultural. Para contrapesar la ofensa de la caza, un chamán demuestra respecto a través de la preparación ritual del curare usado en los dardos. La caza con tales dardos no se considera matar, sino recuperación, cosecha de los árboles. Tradicionalmente, limitaron las especies buscadas a los monos, aves, y pecarís. Nunca cazan tampoco venados y tampoco ninguna serpiente ni el jaguar ni otros depredadores carnívoros como el águila. Se supone que los Huorani descienden de la unión de un jaguar y un águila y que las serpientes son un presagio muy malo y la matanza de ellas es un tabú de gran alcance.

En la época de los “pikenanis” creencias, tradiciones y fiestas alrededor de los fenómenos naturales que acontecen en la selva donde crecimos, estando determinados por dos tiempos unos de paz y otros guerra. El periodo de paz se caracterizaban por vivir tranquilos y esto implicaba que las hijas casadas estén en la casa de su madre, acompañadas por sus hermanos y hermanas, es decir en estructura de “woamoni” para intercambiar hijos e hijas en matrimonio. Además, en esta época se propiciaban muchas fiestas que promovían las relaciones de amistad y cooperación grupal, organizándolas un o una “awene” y encargándose de afirmar la paz al poseer grandes plantaciones de “kene” para compartir con los aliados. 

Nuestra época de guerra estaba vinculada a cuando no admitíamos que existen muertes naturales, porque son el resultado de otras personas que con sus acciones directas o indirectas causaban brujería o accidentes provocados que son homicidios, todo esto ocurría entre familias o clanes, particularmente cuando nuestras alianzas matrimoniales se rompían e iniciaba la ofensiva, pues es un motivo por el cual exigimos la venganza. Por esto, los tiempos de conflicto estaban marcados por escapes, correrías, miedos, hambre y desplazamiento a otros territorios, convirtiéndose esta dinámica humana en una amenaza al grupo completo y las actividades cotidianas que eran suspendidas para huir, porque teníamos que mantenernos a salvo en la selva o planificar cómo enfrentar a los enemigos. 

Cada una de las dos épocas tuvo una profunda relación con las plantas y el bosque, permaneciendo hasta hoy como tradición que durante las fiestas de “tewe” y “kene” las mujeres y los hombres permanecemos separados, cantando melodías que hacen referencia a la naturaleza, ingiriendo “tepe” sin fermentar por dos días y sin dormir ninguno de los participantes. Nuestros ancestros vivieron siendo uno con la selva y hoy lo hacemos nosotros, identificándose las mujeres con “yäwëe” (papagayo) y los hombres con “öre” (guangana). 

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